jueves, 23 de abril de 2015

CÓMICOS, MOLINOS, RASTAFARIS Y HUMEDALES...SUEÑO KALEIDOSCÓPÌCO

VOLVEMOS A SOÑAR CON Y POR TIERRAS MANCHEGAS

Ya decía el año pasado que los sueños son muchas veces como si miraras a través de un kaleidoscopio. Se mezclan formas y colores de forma caprichosa porque para eso es un sueño.
Estos arrebatos soñadores que últimamente nos están dando en el Taller de Teatro de la Biblioteca de Villar de Olalla terminan llevándonos, ya por segunda vez como ganadores, al K@leidos, un premio de Teatro donde niñas y niños de distintas poblaciones de Castilla-La Mancha se juntan en Almagro para mostrar los trabajos que han hecho en sus colegios.

Y en el kaleidoscopio de este sueño se nos han mezclado este año Cómicos, Molinos, Rastafaris y Humedales.

Los ángeles volvieron a visitarme y me propusieron este año acercarnos al Quijote pues se celebraba el 400 aniversario de la publicación de la 2ª parte de Don Quijote de la Mancha.
¡Puf!... Eso suponía atrevernos con Cervantes, pero ¿y qué?, ya nos atrevimos con Shakespeare el año pasado... así que, ¡adelante!

Pero como en los sueños todo es posible pensamos que por qué seguir alimentando la fama de loco del pobre Don Quijote si en realidad lo que le pasaba es que era un soñador, como nosotros, sólo un soñador, aunque en este mundo, muchas veces, a los soñadores nos consideran locos. 
Así que nos propusimos reivindicar la figura de Don Quijote pero por lo que es, un soñador,
pero no un loco. ¿Que él veía gigantes en vez de molinos? ¡Pues qué le vamos a hacer! Así los veía él. ¿Que creía volar sobre un caballo de madera? ¿Pues por qué no?... ya hemos dicho que en los sueños es todo posible.

Así que al que volvimos loco fue a Cervantes haciendo que en su mente se librara una encarnizada batalla entre los que sueñan ("Los Locos"), y los que no sueñan y pretenden que todo se ajuste a la realidad. Y como es lógico quisimos que ganaran los soñadores.

Llegaron entonces los cómicos, que eran ángeles transformados, y aparecieron Quijote y Sancho, Locura-Imaginación, Cordura-Realidad y todos sus acólitos. Y cómo no, Los Molinos... pero no, no eran molinos, ¡qué va!, eran gigantes que se disfrazaban de molinos para que Don
Quijote no les persiguiera, pero no lo lograban, porque el que sueña lo puede todo. Y como los sueños se nutren del surrealismo, apareció por ahí un capote y su torero, y dijo que quería dar unos pases a Don Quijote, y no le dijimos que no.
Y con estos pocos ingredientes comenzamos a ir soñando. Y ¡cataplúm!, de golpe y porrazo nos dicen que volvemos a Almagro, a tierras manchegas, porque K@leidos nos volvía a dar el Primer Premio.
¡Y cómo nos alegramos! Porque llevábamos al soñador de Don Quijote y al loco de Cervantes precisamente a su tierra, a La Mancha.
Pero es que encima, Almagro es Capital de los Cómicos, así que íbamos a nuestra capital. Y Cómicos nos recibieron en ese Corral de Comedias tan bien conservado durante tantos siglos ya... y donde tantos y tantos han soñado.

Acto seguido, y sumidos ya en el surrealismo más profundo de nuestro sueño, aparecieron por allí unos "rastafaris" que se llevaron a nuestros ángeles. Y como buenos rastafaris iban bien provistos de los más sanos y especiales estupefacientes: juego, música, danza, aventura y sueño polideportivo... que los elevaron, más si cabe, a la gloria.
Mientras tanto, los obreros del sueño comenzaban su jornada laboral en el Templo donde todo es posible, en la factoría del sueño: el Teatro; montando y preparando rayos de luz multicolor, hasta de color negro la había, sonidos imposibles y cartones camuflados entre bambalinas, jugándose incluso la vida en la parrilla del cielo, devorados por las tripas de la maquinaria teatral.
Todo preparado.
A la hora de las 7, número mágico y enigmático, tuvo lugar el climax de nuestro sueño. Se produjo el milagro de la transfiguración de nuestros ángeles: Locura, Cordura, Acólitos, Quijote, Sancho, El Cura, El Barbero, Gigantes-Molinos, un diestro nada siniestro.... y entonces... entonces el Caballo Clavileño.... ¡Voló!... y volvimos a Cervantes, loco.
Aplausos y más aplausos, saludos, felicitaciones y hasta autógrafos nos llevaron poco a poco, cansados pero satisfechos, al sueño reparador en un cine de sacos, esterillas y sábanas blancas.

Y amaneció, pero el sueño no se acabó, porque nos gusta soñar despiertos. Y quisieron
soñar con nosotros los patos coloraos, garzas, fochas, somormujos, galápagos, carpas... y otros bichos que se acercaban a nosotros para ver a los ángeles cuando visitábamos relajadamente los humedales manchegos de las Tablas de Daimiel. Entre tarays y juncos tuvimos la suerte de
escuchar con atención las magníficas explicaciones que Carmen, nuestra guía, nos hizo de este reducto de naturaleza y silencio.


Poco más me queda por relatar. De vuelta a casa el sueño sobre ruedas se apoderó de unos pocos, pero no de la mayoría, pues a los que algo traspuestos volvíamos, nos acompañaban de fondo todo tipo de cancioncillas de viaje que los ángeles suelen cantar en esa especie de prisma rodante.

Gracias ángeles por llevarnos una vez más al cielo. ¡Qué suerte tenemos!


Juan José Alfaro Olmedilla
Soñador

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